domingo, 1 de noviembre de 2009

Islas Fiji (Polinesia Francesa)

Las Islas Fiji, donde no hace ni frío ni calor, la arena coralina se desliza por los dedos como algodón, y los mil y un matices turquesas de sus aguas se integran de manera mágica con los litorales, lo mismo que los atardeceres, que ofrecen una sinfonía dentro de la paleta de los rosas, morados y lilas, algo que solo se produce en los mares del sur. Por eso se necesitan pocas palabras, mejor dicho sobran, para expresar lo que uno siente al viajar a Fiji. Con observar, sentir y dejarse mecer suavemente por todo lo que te envuelve, uno no necesita más que dejar pasar el tiempo sintiéndose vivo, muy vivo. Realmente ese día, al diseñar las inconfundibles islas Fiji, el Creador se debió sentir especialmente generoso. Si algo destaca de estas islas, son sus gentes, sencillamente encantadoras, con una sonrisa y un saber hacer muy especial. Un paisaje humano que durante varias generaciones ha crecido con sabor a colonia británica, sin perder por ello toda la magia que emana de una atrayente mezcla de razas. Y nada de ello hace intuir que en su día, tal y como lo prevenía el intrépido James Cook, fue una tierra de feroces caníbales. Al menos cuando uno tiene la oportunidad de recibir los masajes. Realmente únicos.

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